2025 Nana Muluc
2025, Palacio de la Escuela de medicina
Códigos genéticos (2024) encapsula largas tiras de radiografías manuscritas en cajas de luz de 4 metros de alto, tensadas desde el techo con cables. Lo que podría parecer inquietante —una referencia cruda a la sintomatología y la enfermedad— se metamorfoseó en un mural que recalca valores de simetría, armonía cromática y un concepto minimalista.
Curaduría Sylvia Navarrete Bouzard
PRESENTE, PASADO Y FUTURO
Sylvia Navarrete Bouzard
La artista mexicana Adelia Sayeg ha producido desde hace décadas un número considerable de objetos en cerámica que se inspiran tanto en los orígenes mediterráneos de su familia (Líbano, Turquía) como en las religiones anteriores al patriarcado. Sus vasijas, elaboradas en barro de baja temperatura, se ornamentan con conchas, huesos, colmillos, turquesas, jade, cascabeles y textiles antiguos de México y de otras latitudes.
La autora las llama “úteros”, porque evocan la dimensión sagrada de lo femenino en las mitologías de civilizaciones remotas. Este sentir responde a las expectativas y convicciones de la mayoría de las mujeres en la actualidad, al compartir la urgencia del regreso a lo esencial que enfrenta hoy la humanidad, así como la necesidad de sanación física, espiritual y existencial. De este modo resultó idóneo presentar el proyecto nana muluc en el Palacio de la Escuela de Medicina de la unam desde el mes de marzo 2025, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer.
La voz maya Nana Muluc significa “abuela luna” o, mejor dicho, “aquella que habla a su descendencia”. No es una anciana, sino la conciencia generacional que rescata el valor de la palabra, escucha la inteligencia del cuerpo, de la naturaleza, de lo irracional. Este arquetipo femenino se enlaza en las esculturas de Adelia Sayeg con la siguiente inscripción del Templo de Hathor en Dendera, Egipto, que data del siglo II a.C.:
El cielo y las estrellas hicieron música para ti.
El sol y la luna te honraron.
Dios te exaltó.
Lo sagrado femenino te canta.
La artista realizó buena parte de estas piezas durante la convalecencia de una complicada cirugía de la columna, que la sumió en una etapa de introspección y dolor. Revisten un propósito espiritual que Adelia Sayeg resume así: “Contienen plegarias y mantras de luz. Son urnas que nos recuerdan que estamos hechos del mismo material que la tierra. Mi voz está unida a la de todas las mujeres de todas las partes del mundo, de todos los tiempos: presente, pasado y futuro. […] Inicié suturando lo propio a través de cada pieza. Sentí en ese momento la necesidad de sanar mi proceso intrauterino y mi nacimiento. Honro en cada vasija a las mujeres que no han sido vistas como una bendición al nacer.”
Las piezas de Adelia Sayeg transmiten el deseo de unir, remendar, cauterizar, renacer. Su técnica híbrida, los materiales y conciliación de las partes acusa gran fineza de ejecución y, a la par, una inventiva sensual en el ensamblaje de colores, texturas, relieves y reminiscencias rituales de variada índole. Su factura básica es una mezcla de barro y saliva, de fuego y humo. En ella se aglomeran objetos encontrados; sus grietas se cubren con seda, se cosen con henequén, se adornan de conchas y plumaje, se recubren de códigos y símbolos…
Con su juvenil cabellera negra, sus modales dulces y temperamento introspectivo, Adelia Sayeg da la impresión de provenir de otro tiempo y lugar. Desde niña, en la Ciudad de México, donde nació y creció, se interesó por tomar talleres de dibujo, pintura, grabado, encausto, fotografía, teñido, cerámica, textil en telar y nuno felting. A la licenciatura de Diseño Gráfico en la Universidad Autónoma Metropolitana y la maestría en Religiones Comparadas en la Universidad Anáhuac, aunó estudios en tanatología, logoterapia, chamanismo, astrología y calendario maya. Residió durante algunos años en Estados Unidos, donde formó una familia. En 2007 regresó a su ciudad natal; allí tiene su taller.
Ha presentado numerosas exposiciones individuales en galerías y museos en México, Estados Unidos, Europa y Asia. Entre éstas, en la cdmx, Museo Anahuacalli, Antiguo Arzobispado de la shcp y Galería Óscar Román; en Oaxaca, Museo Textil, Centro Cultural San Pablo y Galería Quetzalli; y Museo de Antropología de Xalapa. Asimismo, ha participado en más de 100 exposiciones colectivas, la más reciente de ellas titulada MUJERES ENTRETEJIDAS en el Museo de la Ciudad de Querétaro en 2022. Por otra parte, ya ha publicado una voluminosa monografía de su obra: Camino a pie. Adelia Sayeg (Ámbar Editores, México, 2020), prologada por Vicente Rojo.
Como un preludio a nana muluc, su instalación de gran formato Ofrenda/Senos de obsidiana (2018, MACHAMA, Museo Anahuacalli) se montó durante la primavera de 2024, también en el Palacio de la Escuela de Medicina. Veamos por qué. Si nos conformáramos con la definición del diccionario (“Senos: cada una de las mamas de la mujer”), omitiríamos el prodigioso imaginario, la mística y el erotismo que desde tiempos inmemoriales acompañan esta parte delicada de la anatomía femenina. Más allá de la connotación científica, clínica u obstétrica, Ofrenda/Senos de obsidiana remite al amor, la fertilidad y el sustento, y está dedicada al aspecto nutricio y fusional de la Gran Madre, es decir, la Tierra. El título de la obra asocia los senos a la obsidiana, una roca volcánica que en el México antiguo desempañaba una función esotérica purificadora. Todavía hoy, se usa como amuleto para beneficiar los flujos del cuerpo y sustituir las energías negativas por bienestar y serenidad.
Aquel mar de 300 senos, pintados de tonos arcillosos y esgrafiados con frágiles motivos geométricos, al colocarse en lo que antaño eran celdas carcelarias del Antiguo Palacio de Medicina, cobró una fuerza liberadora. De esta obra se derivó un pequeño díptico tridimensional que la artista donó a la Facultad de Medicina de la unam con motivo de la inauguración oficial de la nueva Sala de Lactancia en Ciudad Universitaria, donde quedó montado de manera permanente.
Por su parte, la exposición nana muluc se alojó en la “Botica” del Palacio de la Escuela de Medicina. Presidía el centro de la sala una imponente instalación: voladas del techo, arriba de una fotografía a color impresa a piso (una mujer yacente en ovillo y rodeada de 13 vasijas-úteros), las mismas 13 vasijas de barro materializaban las lunas nuevas del año. Esta obra interactiva propició la meditación, al invitar al visitante a recostarse un momento encima de dicha fotografía. En otra área, 21 vasijas-úteros de barro rakú trabajado con textiles, materiales orgánicos, gemas y pigmentos, se sembraron en bases de acero con el fin de resaltar sus asociaciones formales. A lo largo de una pared, seis estelas “votivas” de acero oxidado, intervenidas con textiles, conchas y collares antiguos, secuenciaban el conjunto.
Envalentonada, Adelia Sayeg creó ex profeso para la exposición nana muluc una pieza de tamaño monumental cuyo soporte, método y escala difieren totalmente de aquellos que adoptó hasta ahora. ¿Necesidad de variar su proceder, reto de adaptarse a un espacio determinado y ahondar en el site specific? Sin duda alguna. Códigos genéticos (2024) encapsula largas tiras de radiografías y resonancias manuscritas en cajas de luz de 4 metros de alto, tensadas desde el techo con cables. Lo que podría parecer inquietante —una referencia cruda a la sintomatología y la enfermedad— se metamorfoseó en un mural que recalca valores de simetría, armonía cromática y un concepto minimalista. Su exposición LO QUE ME DICEN TUS OJOS, presentada en la Galería Oscar Román en 2025, reúne la serie competa de la colección nana muluc.
Por asociación de ideas, las obras de Adelia Sayeg me suelen recordar la novela Los pasos perdidos, que el precursor de la corriente literaria de lo real maravilloso, Alejo Carpentier, publicó en Cuba en 1953. Cuenta la historia de un musicólogo que, huyendo de Nueva York y de la civilización, se adentra en lo más profundo de la selva de Venezuela, donde descubre los orígenes de la música en el impulso primario de imitar los sonidos de la naturaleza entre las tribus indígenas. Ese relato iniciático entraña una potencia simbólica que, a mi entender, resuena en los valores arquetípicos que anidan en las esculturas de Adelia. He aquí dos artistas: uno, protagonista de una ficción, quien desciende el río Orinoco hasta el corazón de la Amazonia para sumergirse en el mito; la otra, una escultora de carne y hueso que explora recursos plásticos para hallar una expresión primitiva… Ambos, a través del hilo conductor del mestizaje cultural, van en busca de respuestas universales a una tradición occidental que poco a poco se agota, y de una concepción del tiempo que trascienda la cronología lineal. “Y he aquí que ese pasado, de súbito, se hace presente. Que lo palpo y aspiro. Que vislumbro ahora la estupefaciente posibilidad de viajar en el tiempo, como otros viajan en el espacio…”. Esas palabras del personaje de Los pasos perdidos reflejan, a mi parecer, la experiencia simbiótica que ofrece la obra de Adelia Sayeg: introduce una inquietud, libera la conmoción, nos deja entrever un retorno a la creación del mundo.

